Carta a Mangalego.

Aún a sabiendas de que mis palabras y el tiempo empleado en escribirlas van a caer en saco roto, no puedo evitar sentir la necesidad de escribirlas confiando en que resuenen allí donde el sentido común parece haberse perdido. No escribo con afán de ofensa y lejos de mis intenciones está el de ofender a nadie, pese a que quizás se que en el mundo que vivimos muchos se sentirán ofendidos por la verdad, o no, que pueden desprenderse de mis palabras.

¡Ya está bien!

Basta.

Es lo único que puedo pediros. No entiendo, ni sé si quiero entender, la actitud activista y descalificadora que por parte de miembros de ésta sociedad prima de nuestra ciudad, nuestra querida ciudad: A Coruña. No entiendo, y dudo que alguien lo haga, el por qué los constantes ataques, por que las insistentes agresiones verbales a todo lo que desde el seno de nuestra asociación se crea.

Es sabido por todo aquel que se haya molestado en enterarse de la verdad, que ni es única ni unidireccional, que las discrepancias entre la vieja directiva de Mangalego y la nueva acabó de la peor de las maneras entre ex-miembros de la asociación y actuales cargos de la directiva que gozan del placer de llevar los mandos de una de las asociaciones pioneras del fandom y el ocio alternativo en nuestra ciudad.
Pero se me llena el corazón de lagrimas al ver como estas rencillas, lamentablemente personales, empañan el buen hacer de dos asociaciones que comparten tantas cosas en común y que luchan por el mismo fin: conseguir que el ocio alternativo sea algo real y no solo una ilusión inalcanzable.
Vuestra actitud, nos hace pensar que pretendéis llevar al campo asociativo una rencilla personal del pasado. Y no parece que os deis cuenta de que con vuestros actos, perjudicáis a todos los miembros de Movemento Xoven que día a día luchan por conseguir traer a nuestra ciudad una alternativa para el público joven y no tan joven.

Vuestra insistencia en iniciar una guerra entre dos sociedades hermanadas en intenciones y separadas por el odio. Una guerra ridícula en la que solo se puede perder, y no somos nosotros los que pierden si no ellos, todos aquellos que depositan su fe en nosotros para que en nuestra ciudad existan actividades, eventos y un sinfín de cosas que aportamos a la sociedad que nos rodea.
Como podemos esperar que alguien confíe en nosotros, si nosotros mismos somos incapaces de confiar los unos en los otros.

Creo que es de recibo reflexionar sobre nuestro pasado, sobre nuestro presente, pero sobretodo del futuro que nos espera como asociaciones. Porque de las bases que asentemos nosotros hoy, saldrán las asociaciones jóvenes de mañana que llevarán el testigo que nosotros le entreguemos.

¿Es el rencor lo que queremos enseñar a las asociaciones del futuro? ¿La rivalidad? ¿El todo vale?