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Prologo III

III

La mañana del cumpleaños de Lisa, bajé como todos los días a mi entrenamiento diario. Pero esta vez, Arthur esperaba con dos arcos y 3 carcajes, me sonrió y emprendimos la marcha.

- ¿Has disparado un arco alguna vez?

- No maestro.. ¿A que vamos a disparar?

- Venados. Si tenemos suerte, esta noche Lisa tendrá una gran cena de cumpleaños.

No sabía por qué, pero notaba el calor en mis mofletes y una estúpida sonrisa iluminó mi cara. No lo había pensado hasta ahora, pero si conseguía cazar un Venado para la cena, Lisa se alegraría mucho, no tenia dinero para comprarle nada y aunque lo tuviera el pueblo más cercano estaba muy lejos de allí.

Después de mucho caminar, encontramos el rasto de uno y de no ser por la habilidad de Arthur, no hubiéramos tenido nada para cenar esa noche. De vuelta a casa Arthur llevó su mano a la bolsita que siempre le acompañaba y me dijo:

- Toma, lanse. Estoy casi seguro de que le gustará.

En sus manos había un collar de plata con incrustaciones de piedras brillantes. No sé decir cual seria su valor, pero estaba seguro de que mucho. Acepté el regalo y de mi boca salió un gracias ahogado por la ilusión.

Lisa y yo preparamos el venado durante el resto del día. Gracias al fructífera caza no fue necesario sacrificar la gallina que el señor Ron nos había prometido. Horneamos pan, cocimos cebollas dulces y especiamos la carne con un poco de cayena y ajos dulces que Arthur consiguió en uno de sus viajes. Acompañamos todo con un caldo de verdura y un revuelto de Huevos y Bacon. El señor Ron y su hijo bebieron la ultima botella de vino que les quedaba y el señor Arthur cerveza aguada.

La cena fue increíble, en todo el tiempo que llevaba ahí, nunca había visto a Lisa tan contenta. Llevaba todo el día pensando en como entregarle el regalo. Lo había planeado paso a paso y siempre me arrepentía y buscaba una manera mejor. Pero al final las cosas se torcieron cuando Ron, afectado por el vino, preguntó a Arthur:

-Entonces ¿Cuándo partiréis?

Pedro se rió y Lisa miró a su padre como intentando decirle que no lo hiciera y luego me miró, con los ojos llorosos, aferrándose a mi pierna por debajo de la mesa como si eso evitase nuestra partida.

- Mañana por la mañana.

- ¿MAÑANA?.Pregunté sobresaltado y prácticamente gritando.

Lisa salió corriendo hacia su habitación. A Ron le tomó tan de sorpresa la noticia como a mí, pero se mantuvo callado y pensativo. La sonrisa de Pedro se transformó en una rara mezcla de pánico y felicidad. Arthur mantuvo su cara inmutable. 
Me levanté de la mesa y fui tras Lisa que lloraba en su cama. Yo no sabíia que hacer, ni que decir. No tenía escusa. Ambos sabíamos que este momento llegaría pero pareciese como si ambos por un momento lo olvidásemos.
Me acerque a ella y me senté a su lado, saqué el regalo y se lo dejé delante de la cara. Ella cogió mi mano y la apretó fuerte, permanecimos en silencio mucho tiempo hasta que finalmente se incorporó y me abrazó.


- Gracias.

Sentí como el tiempo se detuvo en ese mismo instante, como si hubiera una burbuja que nos separara del resto del mundo y nadie pudiera hacernos daño allí. Apenas pude sentir la voz de Ron llamando a lisa, solo un murmullo siseante y lejano. Se inclinó y me besó, no sé cuanto tiempo permanecimos con nuestros labios unidos, pero para mí fue una eternidad que lamentablemente llegó a su fin, cuando los pasos de Ron al otro lado de la puerta hicieron que lisa se separara y corriera.

- Te odio! Gritó a su padre mientras bajaba corriendo las escaleras.

Ron me miró y sentí miedo. Sus ojos ardían como las llamas del infierno. Arthur entró en ese momento por la puerta y Ron se largó.

Esa noche no pude dormir. Una vez más sentía el calor de las llamas que hacían arder mi corazón y de nuevo me arrebatan lo que más quería. No estaba solo esta vez, cierto, tenia un maestro que había demostrado aprecio por mí pero el no era un hogar, ni una familia. Él no era Lisa. Esa noche juré ante los dioses, que un día volvería envuelto en mi armadura de plata a las puertas de esta casa y ni Ron ni Pedro evitarían que Lisa y yo pudiéramos estar juntos. Reuniría dinero y le entregaría 1000 collares, seré tan bueno con el arco como Arthur y comeremos venado todas las noches que ella quiera y nunca nadie nos podrá separar.


A la mañana siguiente, cuando Arthur entró en la habitación yo ya estaba listo. Llevaba una armadura de cuero endurecido que el maestro me regaló para el viaje y a la que Lisa y yo cosimos el símbolo de Pelor en la espalda, la espada corta que tantas veces me había cortado durante mi entrenamiento y las botas de cuero con las que emprendí mi viaje la primera vez. 

-Tenemos que comprarte unas botas. Dijo Arthur mientras bajábamos por las escaleras.

Asentí con la cabeza y le ayudé a ponerse la armadura una vez salimos de la casa. Vi como Lisa miraba desde la ventana. Le sonreí y no pude parar de mirar hacia atrás mientras nuestros pasos nos alejaban del que, al menos durante un tiempo, fue mi hogar. 

-¿Alguna vez estuviste en Melifer, Lanse?

- No Maestro.

- Es una ciudad Majestuosa que nunca podrás olvidar.


1 Chapuceros:

Grömdur dijo...

Besando a una niña de diez años...

Vale que el no era mucho mayor, pero...

¡¡PEDERASTA!!


PD: me gusta la historia, a ver si yo doy continuado alguna de las mías. Que últimamente no consigo que de mi salga nada más que lo que cago.