Busca en internet

Búsqueda personalizada

Otras Chapuzas

Prologo I

I

La historia que vais a leer, es la propia historia de mi vida. Nací en una familia de campesinos sin mucha oportunidad de futuro y hubiera sido así de no ser por ciertos acontecimientos. Durante mi infancia mi madre me enseño a rezar a Pelor, deidad que me ayudaría en mi camino durante el resto de mis días.
No sé muy bien como cambió mi vida el día que nuestra granja ardió en plena noche, llevándose el fuego a mis padres y a mi hermana pequeña. Maldije tanto a los dioses por arrebatarme lo único que tenía que siento vergüenza hoy día al recordarlo.

Pero todo héroe debe sacrificar algo para poder abrazar la grandiosidad de sus actos valerosos y únicos, siendo este el primero de los muchos sacrificios que hube de hacer en mi vida. Pero no adelantemos acontecimientos.

Solo, desolado y vacío di el primer paso de mi camino hacia otras tierras. Solo sabia ser campesino, preparar a los caballos y lo poco que mi madre me había enseñado en la cocina.
Seguí el río hacia el este, aunque por aquel entonces no entendía de puntos cardinales o mapas. Después de varios días, y aunque el hambre hacia rugir mis tripas, la costumbre de los inviernos crudos y de las escasas cosechas me hacían aguantar. Fue poco después cuando Pelor, en su increíble sabiduría me puso por segunda vez a prueba.

Escuche tras una colina cerca del lecho del río sonidos de pelea, el batir de la tierra ante movimientos rápidos y el tintinear del metal contra el metal batiéndose en su particular danza. Armado con un viejo cuchillo que mi padre usaba para matar a los cerdos y que junto con una pequeña cantimplora y una muda de ropa conformaban mi único equipaje, me acerqué para satisfacer mi curiosidad y fue cuando le vi por primera vez.

Él era un hombre alto, de melena castaña y armadura de color plata, franjas color oro atravesaban su armadura de arriba abajo en ambos extremos de su espalda y en el medio mirándome vi por primera vez el símbolo de mi díos: Pelor. Blandía su maza con una destreza que nunca antes había visto y cada vez que encajaba un golpe y a pesar de la distancia que nos separaba sentía el crujir de los huesos cediendo a la potencia destructiva del arma que les arrebataba la vida. Luchaba contra unos 6 hombres, vestidos con armaduras de cuero negro y espadas cortas, pude ver como uno de ellos que se mantenía al margen llevaba un estoque.

Me acerqué un poco, solo un poco más. Por primera vez en mi vida estaba viendo a uno de esos héroes de las historias que mi madre me contaba. Pero algo llamó mi atención, deslizándose a unos pocos metros de mí, entre las hierbas altas otro mercenario buscaba la espalda de mi héroe. El miedo me paralizó, podría intentar atacarle, pero ellos eran hombres acostumbrados al combate y entrenados y yo solo era un niño.

Cuando el hombre de armadura negra, estaba colocado en su espalda grité, intenté advertirle pero nadie pareció escucharme. No sé muy bien como ocurrió todo, pero sin quererlo me lancé con el cuchillo de mi padre, corrí, corrí todo lo que pude, sentí como el cuchillo atravesaba el cuero de su armadura para inmediatamente después notar la piel cediendo ante su filo. El de la armadura de cuero negro gritó de dolor y mientras me miraba a los ojos se llevaba la mano libre a la herida. Pude ver como huía antes de desmayarme.

Desperté en una cama de paja, estaba en una habitación de unos 10 pies de largo por 10 de ancho. Estaba desnudo, vi mi ropa sobre una silla y cuando me incorporé pude escuchar a través de la ventana el sonido de un hacha cortando madera. Me levanté de la cama, me puse mi pantalón de lana, coloqué la ropa de la cama y me asomé a la ventana. Ya no tenia su armadura, pero reconocí su melena castaña. Solo llevaba unos pantalones roídos y el pecho descubierto. Unas cuantas vendas cubrían heridas recientes, heridas que probablemente sufriera en su lucha con los bandidos.

Salí de la habitación y bajé las escaleras. Busqué una salida al exterior. Llegué a la cocina y una niña de unos 9 años estaba batiendo unos huevos en un cuenco de barro descolorido.

-Hola. Le dije.

-Hola.

Parecía asustada con mi presencia y la verdad no me extrañaba. Atravesé la cocina y por fin conseguí salir al exterior. No sabia donde estaba, ni como había acabado allí. No es que me preocupase, mientras estuviera ahí no tendría que preocuparme en buscar un lugar a donde ir. Quizás fuese la casa de mi héroe, podría servirle como mozo de cuadras o ayudar en las labores de la casa. No se me daba bien cortar leña pero podría aprender.

-Veo que estás despierto muchacho.

-Si señor. Contesté con una voz que me hacia parecer más una niña que un niño.

-Has estado inconsciente durante un día entero. ¿Es la primera vez que matas?.

-Si señor... vi como se le acercaba por detrás y…grité pero no m escuchó.

-Fuiste muy valiente muchacho. ¿Cuál es tu nombre?.

- Lanse. Soy hijo de campesinos.

- Yo soy Arthur Stark, paladín de pelor.

Había oído hablar de los paladines, mi madre me contó muchas veces que eran guerreros de los dioses. Luchaban por proteger a los inocentes y a los desvalidos. Mi madre nunca vió uno, ni mi padre y por lo que sé nadie de mi familia. Pero yo tenia ahora mismo a uno delante. Y le había ayudado a matar a aquellos bandidos.

-Gracias por traerme a su casa. No quiero ser una molestia ni una carga. Sé preparar a los caballos, recoger la cosecha y plantar. No se me da bien cocinar pero mi madre me enseño ha hacer pan. Si quisiera, podría pagar su hospitalidad realizando labores para usted.

-Je, je, je. Tranquilo Lanse no vayas tan rápido. Esta no es mi casa. La encontré por casualidad en el camino. Estas amables personas nos han ofrecido un sitio donde dormir. A cambio les estoy ayudando con estas tareas. Si quieres puedes hablar con el señor Ron, seguro que acepta encantado tu ayuda.

-Por supuesto señor Arthur.

-Llámame solo Arthur.

Arthur, así que ese era el nombre de mi héroe. Di un rodeo a la casa y pronto encontré al señor Ron y a su Hijo Pedro. El resto del día lo pasamos recogiendo la cosecha de maiz dando de comer a los animales y ayudando a la hija pequeña a limpiar la casa.

Sin darme cuenta llegó la noche, nos sentamos a la mesa Ron, Pedro, Arthur, Lisa y yo. Fue entonces cuando la tristeza me invadió recordando a mi familia y los momentos del día en los que nos juntábamos para comer. Intenté disimular como pude y me mantuve al margen todo lo que me fue posible.
Ron era muy hablador, siempre tenia una anécdota que contar sobre algo que le había pasado en épocas en las que yo ni siquiera había nacido. Pedro, era bastante fanfarrón pero simpático y amable, no mucho mayor que yo. Quizás tuviese 15 o 16 años. Lisa permaneció callada toda la cena y pude ver lágrimas en sus ojos cuando Ron nos contó como la madre de los muchachos murió al dar a luz a Lisa. Arthur sin embargo, era callado y reservado, apenas contó nada sobre él aunque respondió todas las preguntas que le hicieron. No era nada curioso, escuchaba atentamente lo que le contaban pero en ningún momento hizo una pregunta impertinente.

Entonces llegó el momento que esperaba con mayor temor.

-Y tu muchacho, ¿de donde eres?
No podía mentir. Al menos no delante de un paladín. Mi madre me contó que podía saber quien mentía y quien decía la verdad solo con mirarle a los ojos.

- Nací en Sator señor. En una pequeña Granja a un par de horas de la ciudad.

- ¿En Sator? Que haces tan lejos de tu casa muchacho tus padres deben estar preocupados. Estas tierras son muy inseguras para cualquiera, pero más para un niño como tu. ¿Qué tienes 10 u 11 años.

Había cumplido los 13 años unas semanas antes de que nuestra granja ardiera. Recordarlo me afectó. Intenté disimularlo pero sé que no lo hice muy bien. De todas maneras él tenia razón, estas tierras no eran para mí. Quizás, podría ofrecerme para trabajar aquí a cambio de un sitio donde dormir y algo de comida caliente.

-Tengo 13 años, señor. Mis padres…mis padres murieron. Nuestra granja ardió. Ni mis padres ni mi hermana pudieron escapar.

Mi voz temblaba, las escenas del incendio se agolpaban en mi mente. En la mesa se hizo un silencio incomodo. Arthur que hasta ahora se había mantenido en silencio se limpió la boca con un pañuelo, lo dejó en cima de la mesa y preguntó:

-¿Ardió? ¿En medio de la noche?

-Si, señor. En medio de la noche.

-Quizás señor Ron, usted pueda…se hacer labores del campo, preparar a los caballos…soy útil.

Antes de que Ron pudiese contestar, Arthur interrumpió cualquier intento de conversación.

- Ron. Dijo mientras descolgaba una bolsa de cuero. Agradezco vuestra hospitalidad, pero quizás Lanse y yo nos quedemos un poco más de lo esperado. Quisiera pasar aquí un tiempo. Un mes quizás dos. –Coloco 10 monedas de oro sobre la mesa – Espero que esto sea suficiente para pagar las molestias que te podamos causar.

Entonces no comprendí que estaba pasando, no entendí por qué Arthur hizo lo que hizo. Pero lo que si supe en ese mismo momento es que mi vida cambiaria.

1 Chapuceros:

Grömdur dijo...

Es buena, me gusta.

Espero pacientemente que la continúes.

Yo ya colgué el tercer capítulo de Julian, si quieres pásate y lo lees.