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Otras Chapuzas

Capitulo I. Parte I.

I


El ruido del mercado de Melifer a media mañana es casi insoportable. Los mercaderes, como si de su propia lengua se tratase se comunican a gritos con los siempre apresurados clientes que intentan regatear hasta la última moneda de cobre.
- Espadas con piedras preciosas!, solo 3 piezas de oro!.
- ¡Rubís!, ¡amatistas!, ¡Diamantes!, desde 5 de plata!.
Las joyas son lo que menos se vende. El invierno ha pasado y las nuevas cosechas están teniendo problemas por las huelgas en Sator. Aunque los aventureros proliferan como las ratas, intentando encontrar el tesoro de algún dragón con los que volverse ricos, hasta el más tonto sabe que una espada enjoyada mata menos que un buen acero templado, o una maza bien equilibrada.
-Disculpe –dije-, ¿Podría darme diamantes por valor de 5000 piezas de oro?
El mercader era un hombre de unos 22 años, delgado y con pintas de pasar más hambre de la que debiera. Llevaba unas ropas de seda de color verde, con decorazos en azul oscuro y su cara se iluminó durante un instante, pero la desconfianza rápidamente cambió su faz. Saqué una bolsa de mi bolsillo interior y la moví para que las monedas chocaran las unas con las otras y demostrarle que tenia con que pagar.
-Podría tenerlo, pero no todo ahora. Si me diera un día o dos, para hablar con unos amigos…
-Tienes 2 días – Contesté.
Arrojé 100 monedas de Oro sobre el mostrador, poco faltó para que me babeara sobre la mano. Siempre me han parecido curiosas las reacciones de muchos mercaderes jóvenes, que consiguen hacer ventas de este tipo. Sabia que ese oro le contentaría lo suficiente como para querer recibir el resto y tenerlo listo en dos días. En el peor de los casos, yo perdería 100 de oro.
Salí de allí, cuando menos tiempo pasase en e bullicio más me lo agradecería mi cabeza, las voces estaban empezando a incomodarme demasiado y las aglomeraciones de gente siempre me irritan. Atravesé la plaza del mercado intentando encontrar el camino más rápido hacia la zona de los templos. Cuando mi vista se fijó en un bardo que se dirigía a la plaza elíptica central de la capital. No sé muy bien por que, pero mi intuición me decía que debía seguirle. Cuando llegó, saco de una pequeña bolsa una tarima, una silla y un Laúd, se sentó y empezó a entonar “la caza del oso”.
Quizás me equivocara, pero no lo hacia nada mal, así que al menos por eso merecía la pena, después del ruido que había tenido que soportar, algo de música no venia mal. La gente empezó a agolparse a su alrededor y otro bardo que estaba haciendo un espectáculo de malabares con dagas afiladas no parecía contento por ello. A la interpretación de “la caza del oso” le siguió “La doncella sin flor” y después “El Caballero y la princesa”.
El bardo empezó a pasar un sombrero roído al publico, momento en el que se empezaron a dispersar y el show de malabares con cuchillo suscito de nuevo el interés del publico. Cuando llegó a mi, arrojé al sombrero una moneda de oro.
-Gracias, señor. Es usted muy amable.
Sonreí , di la media vuelta y empecé a caminar en dirección al templo de Pelor.
- ¿Donde esta mi parte, Morgan?.
- No he ganado mucho, Six, ya sabes que esto no es un negocio productivo.
-No mientas maldito desgraciado.
Un golpe seco, como el de un puñetazo sonó detrás de mi y el ruido de algo pesado de madera cayendo contra el suelo inundó el aire. La gente que estaba cerca se dispersó e incluso el otro bardo, recogió sus cosas aprisa y se largó.
Me giré y pude ver como una patrulla de 2 hombres de la Guardia Real se detenían a menos de 30 pies de distancia. El matón, al que el bardo llamó Six, les miró e hizo un gesto e inmediatamente prosiguieron su ronda.
Aunque sabía que la guardia Real estaba tremendamente corrupta, no me esperaba que hubieran empeorado tanto las cosas desde mi última visita a la capital. Sin embargo, parecía que tendría que solucionar las cosas a mi modo.
- Si quieres tocar aquí, tendrás que pagarme. Y si no me pagas, vas a tener que buscarte otra ciudad. ¿Entiendes?
Otro golpe seco. Mi paciencia se había acabado. Caminé despacio hacia ellos, calenté el cuello moviéndolo a ambos lados.
- ¿Es usted, el encargado de cobrar los diezmos del rey? – Pregunté-
El tipo me miró de arriba abajo, intentando escudriñar que había tras la ropa. No era difícil darse cuenta de que solo llevaba un pantalón de lino y una camiseta de algodón.
-Piérdete.
Ellos eran 3, mientras que su jefe, el tal Six, no parecía saber mucho de combatir tenia pinta de ser esa clase de alimañas que dan la puñalada por la espalda. Sus matones, aunque bien protegidos con una armadura de cuero sus armas estaban muy melladas y tenían adornos mal incrustados en la empuñadura. Tendrían que corregir con cada golpe la descompensación de la espada. No sería sencillo si la situación desencadenaba un combate. Y dentro de la ciudad no hará más que traerme problemas.
- Conozco la ciudad, dudo que pueda perderme.
- ¿Te Crees muy gracioso? – Replicó.
- La verdad es que no. ¿Por qué no se marcha?
- ¿Quieres acabar con una sonrisa roja en el cuello? Lárgate ya.
No me gustaban estas situaciones y menos con tipos como Six, se creen demasiado y piensan que la violencia es la salida para todo. Las amenazas y la demostración de fuerza es lo único que prima para ellos. Y si ese es lo que quiere, eso es lo que tendrá.
- De acuerdo, supongo que solo hay una manera de hacer esto. –Dije.
- Vas a dejar en paz a Morgan y te vas a largar de aquí. La próxima vez no te lo diré de buenas maneras.
Los matones de Six, me miraron como planteándose si debían atacar o no, Six se hecho hacia atrás, dejándoles el camino libre. Eche un vistazo a mi alrededor intentando encontrar algún Guardia Real pero no había nadie, salvo unos cuantos curiosos.
Ambos hombres, desenfundaron y se abalanzaron sobre mí. El primero se lanzó hacia delante con la espada en punta demostrando más bien poca habilidad. Lo esquivé e inmediatamente tenia al otro lanzándome un tajo desde arriba que conseguí esquivar con muy poco margen. Sin mi armadura, tendría las cosas más difíciles. Me fui echando hacia atrás, y vi como Six reía, giré el sentido del combate para acercarme a él. El que mejor habilidad de combate tenía, se abalanzó sobre mí. Atravesando con su espada mi camisa. Si seguía así, no solo no habría ayudado al muchacho si no que además acabaría herido grave o muerto. Haciendo acopio de fuerzas me lancé hacia delante y le empujé lo más fuerte que pude. Me eché hacia atrás para mantener el margen con el otro matón.
- Tamen, a mí.
La cara de asombro de todos los presentes, acompañado de una expresión sonora de sorpresa se hizo latente, cuando a mi orden mi armadura y mi martillo aparecieron sobre mí. Tamen, que así se llama mi armadura completa, era color plata con dos franjas doradas atravesando verticalmente mi espalda en los extremos. En el centro del pecho, el símbolo de Pelor brillaba en oro, un escudo metálico, también plateado protegía mi mano izquierda y parte de mi cintura y pecho. Mi Maza de guerra colgaba a mi derecha.
Desenganché la maza, y la lancé contra uno. Antes de que tuvieran tiempo a reaccionar derribé con el escudo al que más adelantado estaba y mientras caía golpee con mi guantelete su cara. Mi maza golpeó en las rodillas a su objetivo, que inmediatamente cayó al suelo entre gritos de dolor. Regresó a mi mano, mientras me giraba para encargarme de Six, que estaba paralizado por el miedo.
Antes de que me diese tiempo a llegar, 3 magos escarlata se tele portaron hasta el lugar
- Alto, deténgase. -Me ordenaron.
Corriendo llegaron 6 Guardias acompaños por Silverwind, su capitán y un antiguo conocido. Era el momento de hacer valer la ley, si es que aún no se había corrompido.
Ignoré la orden de los magos, moví mi mano de una manera casi intuitiva y mi voz resonó con un eco sobrenatural.
- Confiesa tus crímenes!
A mi orden, Six empezó a contar todo lo que estaba haciendo y a los que estaba extorsionando. Los magos consternados, no intentaron detenerme y solo uno consiguió reunir el valor suficiente para hablarme:
- Señor, debe identificarse y enseñarme su permiso de magia.
- Métete tu permiso de Magia por el culo. – Contestó Silverwind antes de que me diera tiempo a contestar – O él hará que te lo tragues.
- Soy Lanse, Clérigo de Pelor- pero antes de acabar, el capitán me volvió a interrumpir-
- Con eso te llega, si tus superiores quieren ver su permiso de Magia, que vengan.
Silverwind se acercó a mí y me intentó dar un abrazo. Pero nuestras armaduras nos impidieron acercarnos lo suficiente dando una imagen casi ridícula. Pero no me importó.

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